PIERRE BOURDIEU COMO  INTELECTUAL PROVISIONAL Y BURGUÉS EN EXCEDENCIA  ( Notas  sobre La distinción y  Las reglas del arte )

Vicente Huici ( UNED-Bergara)

Como en lo referente a tantos otros aspectos estudiados por Pierre Bourdieu, sus investigaciones acerca del arte y la cultura [1] han tenido un objetivo claro y meridiano: pasar por el tamiz de la Ciencia Social  todo lo que apriorísticamente se ubica  a sí mismo fuera de las posibilidades del análisis científico. Tal es el caso, precisamente, del arte y la cultura, ultimo reducto de lo sagrado en su pretensión de “ experiencia de lo inefable” ( RA, 11), según el sociólogo francés.

Porque el arte y la cultura, en opinión de Bourdieu,  se presentan por lo general  a sí mismos como situados más allá o más acá  del devenir cotidiano y social, asumiendo una posición extraordinaria que, por otro lado, pretende dotar de sentido a lo  común ordinario. Se cumple así, en sociedades civiles y civilizadas, el rol que cumplía  la religión tradicional o las religiones civiles – como el nacionalismo o el socialismo, ideológicos – en sociedades anteriores.  De aquí su intocabilidad social, fundamentalmente para los grupos de creyentes,  pero también su intangibilidad intelectual: nada más sacrílego que revelar la condición humana de cualquier Revelación.

         Pero revelar la condición terrena del arte y la cultura, desvincular tales manifestaciones de aprioris trascendentales, desacralizarlas al fin y al cabo, no significa, al entender de Bourdieu, renunciar a la experiencia que proporcionan, sino , más bien, asumirla  en todas sus dimensiones, algunas de ellas hasta ese momento desconocidas: “ El análisis científico de las condiciones sociales de la producción y de la recepción de la obra de arte, lejos de reducirla o destruirla, intensifica la experiencia ( RA, 13).

         Sin embargo, dicho análisis científico no está exento de dificultades, ya que la “ devoción cultural” ( RA, 276) ha sido inculcada desde la temprana juventud y “ la ruptura que hay que llevar a cabo ( ...) implica una verdadera conversión de la manera más común de pensar y de vivir la vida intelectual, una especie de épochè de la creencia comúnmente otorgada a las cosas de la cultura y a la maneras legítimas de abordarlas” ( RA, 277).

         ¿ Cómo llevar a cabo, entonces , un análisis científico social de la obra de arte y la cultura que no sólo no impida su recepción sino que, además, la intensifique?

       1) Los métodos de la desacralización del arte y la cultura: desnaturalización, serialización, sociologización, clasificación.

         En primer lugar, Bourdieu propone, como paso previo, una desnaturalización, o disolución de la naturalización generada por el aprendido sentido común, que  tiende a presentar como  naturales   las diferencias sociales, “ convirtiendo en diferencias de naturaleza unas diferencias en los modos de adquisición de la cultura y reconociendo como la única legítima aquella  relación con la cultura que , al no tener nada de ‘ aprendido’ ( ...) manifiesta por soltura y naturalidad que la verdadera cultura es natural” ( LD, 65) . No escatima Bourdieu en apelativos a la hora de calificar esta percepción roma y supuestamente inocente de lo cultural, que le parece algo así como el “ nuevo misterio de la Inmaculada concepción” ( LD, 65).

         A continuación, el sociólogo francés efectúa una serialización de las manifestaciones del arte y de la cultura, ubicando junto a las manifestaciones prototípicas y  reconocidas sin discusión – como la música, la pintura o la literatura – otras  que vienen reclamándose como participantes del banquete cultural desde fechas recientes. Tal es el caso, por ejemplo, de la gastronomía, que se puede presentar como  cultura gastronómica o arte culinario. Hay que hacer entrar la ‘cultura’ , en el sentido restringido y normativo del uso ordinario, en la ‘cultura’ en el sentido de la etnología, y de relacionar el gusto elaborado por los objetos más depurados, con el gusto elemental de los sabores alimenticios” ( LD, 97). La serialización permite reflexionar sobre los límites  de lo cultural y lo artístico, abandonando o rejerarquizando distinciones como la existente entre alta y baja cultura o cultura de masas y cultura de élites.

         Entrando ya en harina, Bourdieu aboga por una sociologización  general de las manifestaciones del arte y de la cultura. Tal sociologización supone la aplicación de los métodos de investigación de la Ciencia Social , tanto cuantitativos como cualitativos, a las propias manifestaciones del arte y de la cultura, consideradas como objetos empíricos, así como  una crítica sociológica de los supuestos teóricos que las legitiman. Justamente,   encuestas y entrevistas en profundidad se alternan con una lectura sociológica de los principales discursos estéticos.

         Los resultados de las investigaciones, presentados y comentados en las obras de referencia del autor, profundizan en la percepción social del arte y de la cultura y en las condiciones de producción de dichas manifestaciones.

         Por otro lado, la crítica sociológica de los discursos estéticos pone en evidencia que “el juego desinteresado de la sensibilidad y el ejercicio puro de la facultad de sentir (... ) suponen unas  condiciones históricas y sociales de posibilidad absolutamente particulares” ( RA, 459), en modo alguno generalizables [2]

         Dicha sociologización  tiene como efecto inmediato  una clasificación , esto es una ordenación por clases sociales, de la producción y recepción de las manifestaciones del arte y de la cultura.

         Así, en relación a la producción, queda claro que los artistas o productores culturales, dada la condición de los objetos sobre los que trabajan, necesitan  un  capital inicial acumulado  - por vía de herencia o de beca, más modernamente –, o bien gozar de una situación de estabilidad económica que les permita dedicarse a la creación sin mayores problemas – caso,  por ejemplo, de los profesores/ escritores- pintores: “ El artista sólo puede triunfar en el ámbito simbólico perdiendo en el ámbito económico ( por lo menos a corto plazo), y al contrario ( por lo menos a largo plazo). Esta economía paradójica, de forma muy paradójica también,  confiere todo su peso a los bienes económicos heredados, y en particular a la renta, condición de la supervivencia en ausencia de mercado” ( RA, 130). O sea, que cuando no hay venta, debe ( de ) haber renta.

         Cuando tal capital inicial no existe, se abre el camino de la bohemia, que intenta crear un hueco frente a los artistas o productores ya reconocidos y también frente a las rutinas de la vida burguesa . En la mayoría de lo casos,  la bohemia es un camino cerrado si no existe un reconocimiento del sistema cultural. Porque, como comenta Bourdieu - citando a los Goncourt - “ lo que atrae y fascina en la profesión de artista es menos el arte en sí que la vida de artista” ( RA, 353) [3], dando lugar  a la figura del burgués fallido  que  convierte su fracaso artístico en una renuncia voluntaria.

         En estas condiciones, la mayoría  de los creadores pertenecen a una burguesía rentista, más o menos desclasada, con un cierto acento aristocrático o aristocratizante, de la que Flaubert es un buen modelo, tal y como resulta de análisis de Bourdieu [4].

         En cuanto a la recepción, el sociólogo francés  distingue entre varias clases sociales. Así las encuestas y las entrevistas en profundidad muestran la escasa receptividad de la clase obrera y las clases populares en relación a los bienes culturales, que  los consideran  bienes suntuarios de los que se puede prescindir. Por su parte, entre la burguesía hay variedad en la recepción. La alta burguesía considera los bienes culturales como elementos también suntuarios, pero puede disfrutar de ellos y además, necesita disfrutar de ellos porque suponen una resocialización en la distinción de clase. La pequeña burguesía, sobre todo la que  se sitúa en una posición de ascenso social, aunque “ es veneración hacia la cultura” ( LD, 326 ), limita mucho su acercamiento a dichos bienes culturales y, en general desaprueba  el modo de vida de los artistas y productores culturales, que considera poco productivos. La burguesía media y el funcionariado resultan , desde este punto de vista, los consumidores más relevantes y más selectivos ya que tienen garantizados  “ la inmediata accesibilidad al producto ofrecido y los signos externos de la legitimidad cultural “ ( LD, 327).

         La propuesta de Bourdieu resulta esquemática en extremo , pero tiene la virtualidad de  ubicar socialmente la producción y recepción de las  manifestaciones del arte  y de la cultura ,que es  lo que se pretendía.

 

       2) El arte y la cultura tras la desacralización

         Efectuado el proceso de desacralización del arte y la cultura, lo que resulta al cabo, desde un punto de vista sociológico, es ,en opinión de Bourdieu, un mero juego de sociedad. Un juego de sociedad que fomenta la aceptación de una ilusión, la illusio, por ejemplo literaria, de los que creen  que pueden  “ mediante la escritura, vivir la vida como una aventura literaria, en contra de la illusio más común y más universalmente compartida, la illusio del sentido común” ( RA, 485).

         Un juego de sociedad , por lo general  de unos pocos - ¡ la happy few de Stendhal!- , que otorga distinción frente a las masas  mas a o menos indefinidas y amorfas.

         Un juego de sociedad, así mismo, que es fundamentalmente, en  nuestras sociedades, un juego burgués: “ el culto al arte tiende cada vez más a formar parte de los componentes necesarios del arte de vivir burgués, ya que el ‘ desinterés’ de la consumición ‘pura’ resulta imprescindible, debido al ‘suplemento de  alma’ que aporta, para marcar las distancias respecto a las necesidades primarias de la ‘naturaleza ‘ y a quienes están sometidos a ellas” ( RA, 375).

         Un juego de sociedad, además, cuyos supuestos ideológicos, tal  y como suele ocurrir con otros  paradigmas de la ideología burguesa, tienden a universalizarse, disolviendo su condición de clase en un humanismo bonachón y apacible y haciendo aparecer a quien no los suscribe como insensible o, incluso, inhumano.

         Un juego de sociedad, por fin, que, como la religión,  opera “ en la adhesión al juego como tal, en la aceptación del presupuesto fundamental de que ( ...) vale la pena jugar el juego, tomarlo en serio” ( RA, 483) y que supone “ la creencia colectiva en el valor del juego” ( LD, 247), en feliz reescritura durkheimiana.

       3) Bourdieu desacralizado

         Tras la descripción del análisis y conclusiones de Bourdieu, se podrían formular varias preguntas, la última de las cuales trataría de situar al mismo Bourdieu en el contexto  referido. Y se podría hacer, toda vez que la posición de Bourdieu es también susceptible de una interpretación científico social, formando parte , como de hecho forma parte, del  mundo cultural que él mismo ha intentado delimitar.

         Sin embargo, puede merecer la pena reflexionar antes, aunque sólo sea brevemente, sobre el núcleo de la argumentación del sociólogo francés,  es decir, sobre  su afirmación conclusiva de que la cultura y el arte no constituyen sino un juego social cuyo valor es relativo a la creencia colectiva que sustente dicho valor.

         Así,  más allá  del  contexto de la distinción, sin duda  muy relevante, habla Bourdieu de la ilusión en la que se basa tal juego y , como se ha citado,  opone tal ilusión  a otra ilusión como resulta ser la del sentido común. De esta otra ilusión no dice Bourdieu sino que es más universalmente compartida, pero  el aspecto cuantitativo no limita el cualitativo, es decir, su carácter de ilusión. Y si ambas son ilusiones, ¿ debería deducirse que una – la segunda – es una ilusión positiva, frente a otra – la primera – que sería negativa? Dicho en otras palabras, y tomando un ejemplo de nuestros días, ¿ es peor vivir teniendo como referencia un film de la nouvelle vague que una telenovela sudamericana?

         Porque aún siendo la primera – la artística o cultural –  compartida por unas pocas gentes, aún reconociendo su condición de clase, aún  admitiendo la falsa  universalidad que proclama, ¿ por qué habría de tener  menos legitimidad que la segunda, compartida por una gran mayoría, por diversas clases sociales y también con pretensiones de universalidad? Y, no obstante, así lo parece.

         Este es un aspecto sobre el que Bourdieu no se posiciona, disolviendo una hipotética respuesta en cuadros sinópticos y estadísticas. O quizás no quiere  posicionarse. O bien no le interesa hacerlo, ya que se vería involucrado y no precisamente  en una ilusión del segundo tipo.

         Porque el discurso  científico, del que participan necesariamente las Ciencias Sociales y el propio Bourdieu, se evidencia, a poco que se reflexione, como un discurso que reúne todos los requisitos para ser la base de un illusio del primer tipo. Por lo demás, el mismo Bourdieu lo confirma. Repetimos la cita: “ el fundamento de la creencia ( ...) reside en la illusio, en la adhesión al juego como tal, en la aceptación del presupuesto fundamental de que, literario o científico, vale la pena jugar el juego, tomarlo en serio” ( RA, 483). Y añadimos otra, por si la anterior no resulta suficiente: “ La ciencia trata de decir las cosas como son, sin eufemismos, y requiere ser tomada en serio, incluso cuando analiza los fundamentos de esta forma tan singular de illusio que es la illusio científica” ( RA, 486)

         Llegaríamos aquí al punto en el que, como él mismo afirma, se debería objetivar  “ también al autor de la objetivación” ( RA, 286). Y , haciéndolo, no se alcanza a comprender cómo, tras el largo e intenso esfuerzo por desacralizar el arte y la cultura,  nuestro sociólogo, al final de su análisis  del campo literario, proponga un modelo verdadero de acceso a las expresiones artísticas en el que parece , de nuevo, mostrarse un espíritu sacralizador.

         Un espíritu sacralizador del que el mismo Bourdieu parece querer ser un intermediario o sacerdote, posible  en la medida en que se crea en él y en su experiencia particular: el argumento fundamental que legitima su modelo verdadero  resulta ser el de “ por haberlo experimentado yo mismo” ( RA, 13). Lo cual da lugar , al cabo de unas páginas, a la propuesta de una conspicua  internacional de intelectuales, articulada en torno a “ un programa realista para una acción colectiva de los intelectuales” ( RA, 489), en la que no hay duda posible sobre quién va a ser su secretario general.

         Esta salvación, in extremis, de la verdad artística, da la vuelta, además, a toda una serie de descalificaciones reactivas, incomprensibles  hasta ese punto [5] que se muestran  a partir de  él,   como  manifestaciones  más propias de uno  de tantos resentidos, de rebeldes sumisos,  que son propensos  “ a convertir su fracaso en el aristocratismo de la renuncia electiva”( RA, 57).

         Todo parece indicar que , al cabo, Bourdieu  habría pretendido, sin conseguirlo, acceder a la condición de  “ burgués en excedencia e intelectual provisional” que  atribuye a Flaubert.

         Su camino, sin embargo,  es denso y sabio , y muy fructífero a la hora de apuntar interesantes derivas de la investigación social acerca del arte y de la cultura.

         vhuici@bergara.uned.es

 


 

[1]

Fundamentalmente: La distinction ( 1979) y Les règles del art. Genèse et structure du champ littéraire ( 1992), aquí citados,  por la traducción española – La distinción,Ed. Taurus, Madrid, 1988 ,y  Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo literario, Ed. Anagrama, Barcelona, 1995 - , como  LD y RA, respectivamente.

 

[2]

Parece ,una vez más, ya que la referencia utilizada es kantiana, que una gran parte del trabajo teórico sociológico consiste, desde Durkheim, en la progresiva sociologización de los supuestos kantianos. Cfr. sobre esta cuestión: HUICI, V. ,Emile Durkheim y << los elementos principales de la representación>> de Octave Hamelin” , in Skribuak, num. 0, mayo,1996, pp.4-6.

 

[3]

Son muchas las referencias literarias internas  sobre el fenómeno de la bohemia, pero no puede dejar de citarse en este punto a Ramón del Valle-Inclán  y su esperpento Luces de bohemia ( 1924).

 

[4]

El escritor  valenciano  Joan Fuster sintetizó en una acertada frase lo que Bourdieu desglosa con detenimiento -  “ Para dedicarse a escribir hay que ser hijo de buena familia, canónigo o bohemio” - , actualizando canónigo , por ejemplo, con profesor o funcionario –

 

[5]

Véanse, v. g. , los párrafos dedicados a Camus o a Malraux, en LD, p.333 y ss.